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martes, 31 de marzo de 2009

ASUNTOS EXTERIORES IX: CHILE

CEREMONIA DEL HOMBRE PAJARO “TANGATA MANU”
RAPA NUI - ISLA DE PASCUA
Cuentan las leyendas que en un lugar remoto, se celebraban rituales de amor.
….”La enfermedad traída por los blancos, la esclavitud, la guerra entre hermanos amenazan para siempre nuestra tradición... ya nada será igual en el ombligo del mundo…”.
Con estás tristes palabras pronunciadas por un enjuto Kava Kava de madera que mira melancólico al mar, comienza la historia de Rokunga. Un valiente nadador que venció en una dura competencia fuera y dentro del agua. El último hombre pájaro.
La ceremonia del hombre pájaro en la Isla de Pascua me la narró un nostálgico anciano del lugar. Es cosa seria en la isla, algo así como un himno de obligado aprendizaje en todas las escuelas chileno polinesias. Se sabe bien poco sobre la historia, tradiciones, necesidades, sueños y desdichas de ese puñado de isleños.
Muchas veces había soñado en lugares fantásticos y remotos donde el difícil acceso, limita la llegada del turismo de masas.

Realmente el vuelo de Santiago de Chile a Hanga Roa (capital de Rapa Nui) y después a Moroorea en Polinesia, es largo, largísimo diría yo. No acaba nunca, agua, agua y más agua. Guirnaldas polinésicas y visiones coralinas aparte..
Antropológicamente hablando: ¿Como al lugar más aislado del planeta, pudieron llegar los primeros pobladores, sea de América o sea de Asia?.
Habia leído relatos de Thor Heyerdahl y su célebre expedición “Kon Tiki” y del español Kitin Muñoz y su “Mata Rangi”. Me parecía increíble que una balsa construida con troncos, plantas y amarres de fibra de coco, todos ellos materiales naturales de Sudamérica, pudiera cruzar todo el Océano Pacífico.
Más intrigante fue ver posteriormente, las 700 cabezas moai que aún existen en Pascua, ¿Quién, cómo y porqué las hizo?. Misterios sin resolver. Maravillas del mundo.
Moai o Ariga Ora, significa “rostro viviente de los antepasados”. Doy fe que daban miedo.
También se traduce como “para que no falte” y por ello las mujeres daban el cordón umbilical al dar a luz. Menos mal que hasta aquí, no llegan los ecos del Vaticano.
Pero la primera vez que oí hablar en serio, de la construcción de moais y de la ceremonia más romántica del planeta; fue a través de la película de Kevin Kostner, Rapa Nui.
Una buena aproximación al tema.
Dicho film cambió por completo la vida de la isla, después ya nada fue igual.
La película sacó provecho de todos los misterios y ritos del idílico lugar, representando la mejor carta de invitación a descubrir este paraíso. Además trazó carreteras, donde solo había barro. Permitió acceder, donde no había huella. Hasta los enormes moais se asustaron. Las viejas historias retumbaron pasando de leyendas orales a panfletos turísticos. Por suerte cada febrero, se continúa efectuando dicha ceremonia, sin el trasvase marino, ni el huevo en la frente.
Conocí a Lolita, una chileno alemana, que resultó ser una magnifica anfitriona para explicar estas historias insulares. Tal como lo oí, lo cuento.

Hace poco más de 100 años estos inocentes isleños habían sufrido explotación y persecución hasta casi el exterminio. No conocían el idioma español ni entendían documentación alguna. Sólo acertaron a pintarrajear figuras de pájaros que los marineros chilenos consideraron válidas como firmas, renunciando a la soberanía de su tierra en beneficio de la Republica de Chile.
En un abrir y cerrar de ojos, Chile anexionaba una colonia en el Pacifico Sur. Lejos de mejorar, todo se complicó cuando se arrendó la isla a una compañía inglesa explotadora de ganado lanar. Solo 178 Rapa Nuis quedaban como sobrevivientes. Se perdía irremediablemente la tradición.
Volviendo a la realidad, se debe efectuar un recorrido en jeep por todos los rincones de la isla. Cada lugar tiene su leyenda y cada mole esculpida su firma recogida en una historia.

Ver un moai de cerca impacta, ver catorce sobrecoge. Todos seguidos encima de un altar Ahu.
Estos gigantes de piedra volcánica significaban status. Esos colosos, eran prueba de respeto y manifestación religioso cultural para sus habitantes. Aún hoy se mantienen erguidos orgullosamente mirando al mar. Sus ojos enigmáticos, te atrapan moviéndose, si te mueves tú.
Hay más de 700 y algunos pesan 70 toneladas. Nadie sabe su origen.
Toda su historia cambió por un leve detalle. Nunca la caída de un árbol había arrastrado tanta decadencia. La sociedad isleña colapsó con la caída de la última palma cocotera. Básicamente, era necesaria para el traslado de las estatuas. Justo en el máximo apogeo cultural.
Una revolución religiosa se extendió entonces entre los grupos. El caos empezó a reinar en ausencia de un eje central común existente alrededor de la fabricación de Moais. Como diría un cubano, el coco los volvió locos. Vamos, que todas las cabezas pensantes de la isla no encontraron forma de sustituir el método. Todas juntas no sumaban la de un moai.
Esta falta de liderazgo dio paso a luchas internas y el culto a las estatuas desapareció transformándose en aversión a ellas. Las estatuas eran derribadas, como una forma de marcar el rechazo hacia estructuras de organización social anterior. Y todo por una dichosa palma de coco.
Me explicaba Lolita, que aún hoy en día no es posible observar ningún tipo de árbol original en la isla. No hay eucaliptos, palmas u otros árboles. Todo es importado desde Tahití o desde Chile.
La falta de árboles de distintas especies, arbustos variados, pastos y plantas de diversas especies provocó lógicamente una falta de alimentos que aceleró las luchas entre familias.
El resultado….un desastre ecológico y una catástrofe humana. Un periodo marcado por el caos, conflictos internos acentuados, hambruna y ausencia total de líderes que orientaran a la sociedad. Se llegó incluso al canibalismo. Menos mal que no se comieron los moais.
La tradicion oral cuenta que un anciano que vivia solo en un extremo de la isla fue invitado a una fiesta, pero se demoro tanto en llegar que cuando finalmente llegó, la fiesta habia ya terminado. No le habian dejado nada para comer, se enojo tanto que comenzo a patear la base de una casa y la gente que dormia dentro sintió el temblor resultado de las patadas del anciano, al dia siguiente cuando se despertaron encontraron los moai caidos.
Leyendas aparte; definitivamente los Rapa Nui estaban al borde de la extinción.



En ese momento se inicia la ceremonia del hombre pájaro que describe Lolita y dibuja Kevin Kostner.
El culto a la persona desaparece con la caída de las estatuas y pasa algún tiempo antes que una nueva forma de organización político religiosa empiece a tomar forma.
El orden después del caos.
Se viró hacia las antiguas tradiciones Polinesias que tenían un notorio elemento natural de culto y oración a las aves.
Las aves eran el símbolo mágico en la renovación de la vida, representada en el huevo.
Los sacerdotes se trasladan a la cima del volcán Rano Kau, fundan la ciudad ceremonial de Orongo, hoy un interesente enclave arqueológico, y sus casas de piedra mirando al mar. La calma y la suave brisa contrastan con el rugir de las olas al chocar en los acantilados.
El topónimo del lugar puede traducirse como el lugar de los mensajeros, interpretación que surge de la partícula circunstancial de lugar O y la palabra Rongo, que significa mensaje. Se trata en definitiva de una pequeña aldea situada en la que se han localizado 53 estructuras de piedra de planta elíptica con angostas entradas por las que un hombre medianamente corpulento no puede pasar. Las casas están cubiertas por un sistema de falsa bóveda de piedras planas que, en el exterior, se han impermeabilizado con una especie de torta de tierra apisonada que hoy aparece cubierta de densa hierba. En su interior hay pinturas en las que predominan los colores blanco y rojo que representan escenas de danza, pájaros y figuras humanas que se han interpretado como jefes tribales.
Las familias se reunían a comienzos de la primavera para esperar la llegada de las aves migratorias que anidaban en tres islotes Motu Nui, Motu Iti y Motu Kao Kao, no muy lejos de la costa.
Las aves, según la tradición Polinesica, eran enviadas por el dios todopoderoso, Make Make (parece un claxón) en señal de un nuevo ciclo. Se iniciaba así la renovación de la vida.
La fertilización y perpetuación de lo viviente estaba garantizado cuando el aletear del Manu Tara (ave marina) surcaba los cielos. Estas leyendas, las localice escritas en rocas petroglifos. Un escritura jeroglífica, única y aún no descifrada. Dada la insularidad y aislamiento; y a falta de papel, los contadores de historias, la emprendieron a martillazos. No había paro en la isla, todos eran escultores. Todo se explicaba con pico y escarpe.
Más mudos que los propios moais.
La ceremonia anual y el protagonismo de los sacerdotes logro reunir a la población en torno a un objetivo común, disminuir el caos y los conflictos. Se produjo un consenso, en que el poder político seria otorgado anualmente en la ceremonia que se dio en llamar del “hombre pájaro”.
Una ceremonia y una acción religiosa en que los mejores guerreros de cada familia competían por la captura del huevo del Manu Tara en los islotes cercanos. Cada tribu llevaba a su representante en una larga procesión que subía el volcán con un estilo carnavalesco. Cada aspirante iba acompañado de un Hopu Manu, un hombre que había sido entrenado para bajar el acantilado y desde ahí cruzar a nado hasta uno de los islotes
Los guerreros elegidos, a una orden dada por los sacerdotes se daban a la tarea de bajar las empinadas laderas del volcán buscando la costa, luego debían nadar varios kilómetros hasta el islote mas grande, Motu Nui y quitarle el huevo a alguna ave que anidaba alli. Triatletas del pasado, un auténtico “Iron man” actual.
Luego el Hopu Manu, con el huevo amarrado en la frente cruzaba a nado de vuelta hacia la isla para entregárselo a un jurado compuesto por sacerdotes quienes tenían la última palabra en cuanto a confirmar la autenticidad del huevo.
Aquel guerrero que tenia la suerte de entregar un huevo intacto a los sacerdotes, se hacia merecedor al titulo de “Tangata Manu” (hombre pájaro), mediante una importante ceremonia de poder. En consecuencia el jefe de su tribu, clan o familia asumía el poder político y militar de la isla hasta el año entrante.


El final estaba teñido de romanticismo. El Tangata Manu recibía privilegios en atenciones, respeto, status, admiración y era conducido hasta la cueva de las vírgenes. Allí esperaban algunas muchachas jóvenes que, habían sido privadas de todo contacto con la luz durante un año para darles a su piel una palidez digna del Hombre pájaro, que debía elegir entre ellas.
El huevo, por otra parte, era tratado con suma delicadeza y mucho respeto puesto que representaba el símbolo del poder, la fertilidad y una garantía de una existencia en armonía para el pueblo Rapa Nui.
El huevo contenía los poderes divinos enviados por el dios Make Make, "el mana", la fuerza de la vida. Por tanto, era considerado sagrado y nadie más que el sacerdote podía manipularlo.
La última ceremonia se celebro el año 1867 y es la que me contó el anciano.
Todas estas historias se quedarán para siempre, encerradas en la isla.
Un verdadero laboratorio antropológico.
Demasiado antiguas, demasiado lejos....


lunes, 30 de marzo de 2009

ASUNTOS EXTERIORES VIII: CAMBOYA

TWO BROTHERS
ANGKOR WAT- CAMBOYA
Érase una vez la historia de dos tigres; nacidos en el corazón de una selva perdida del sureste asiático. Entre las ruinas de un templo olvidado siglos atrás.
Dos tigres, que vigilados por sus progenitores, crecen jugando y aprendiendo bajo la mirada benevolente de los Budas de piedra, llenos de hiedra y musgo.
Uno era tímido y dulce, y el otro valiente y atrevido.
Cuando un ex cazador llega para saquear el templo sagrado, el destino de los dos hermanos cambiará para siempre.
El hermano tímido se convierte en estrella de circo con el nombre de “Kumal”. El hermano valiente se convierte en el querido compañero del hijo del administrador colonial, que le da el nombre de “Sangha”, antes de entregárselo a un príncipe que le enseñará a pelear.
En la madurez los dos hermanos vuelven a encontrarse en la arena del príncipe, donde deberán enfrentarse, cara a cara.
Esta historia llevada al cine, forma parte de mi imaginario viajero, pues tuve la suerte de visionarla en solitario una cálida noche de verano, apoyado en la vetusta veranda del Foreign Correspondents Club de Siem Reap en Camboya(FCC).

Este es lugar de parada, de todo viajero que desea saber lo que fue Indochina, antes de la reciente época negra, mejor dicho roja como la sangre que derramaron dos millones de camboyanos, tras el paso de los khemeres rojos. Profesionalmente, fue lugar de reunión para todos los periodistas que describían como podían los horrores de la guerra de Vietnam.
Un lugar mil veces repintado de blanco para borrar el pasado y tratar de rememorar tiempos mejores de dominación francesa, donde vivir aquí significaba vivir en el paraíso.
Como los dos hermanos antagónicos, ese sitio es un remanso de paz necesario tras visitar la cámara de los horrores que debió ser "The killing fields" y sobre todo Tuol Seng, S21, el mayor campo de exterminio de Asia...Salas y salas de caras que te siguen en el recuerdo. Historias de sufrimiento y gritos desgarradores sin eco. Ilusiones quebradas para siempre y sueños irrecuperalbes...Los fantasmas del pasado me perseguían, creando visiones ilusorias de experiencias nunca olvidadas. Efectos ópticos sobre el damero cuadriculado que invade todo ese horrible lugar



Deliciosa música que suena a danzas de apsara. Uno intenta abstraerse del horror. Aún con el pelo mojado, necesitaba quitarme de encima el olor a muerte que viví en el prohibido museo de las minas antipersona. Siempre esperas, que tras una blanca puerta aparezca una esperanzadora Madamme Butterfly, que cierre el universo de relajación en el que deseas estar inmerso. Te explican lo inexplicable, tratas de entiender lo incomprensible....tanta maldad te lleva al lado oscuro de la raza humana.
La historia de mi amigo Chek Teng, es la historia de una tragedia. Alguién dejo un engaño oculto, que cambió su vida para siempre. Pisó una mina en un arrozal inundado de agua del Tonle Sap y mató a toda su familia. Un ser humano jamás olvidará eso, pero el aún sobrevive con una sonrisa verdadera y una dignidad incuestionable, dándome un ejemplo de superación que hace a uno replantearse la escala de valores de su vida.


La historia de Camboya es de una dualidad permanente, son los “two brothers” de la película. Yo lo apliqué en mi visita a Angkor Wat, indiscutible número uno en mi preferencia de lugares del mundo donde el hombre ha dejado huella.
Pronto me uní, a mi compañero de fatigas Dee Thok, que me llevo en su motocicleta, arriba y abajo por todos los rincones de la selva camboyana, haciéndome actuar como un Tomb Raider de chicha y nabo. Imágenes de película, celuloide a celuloide.

Ta Prom es impresionante, no se si es templo o selva, o ambas cosas a la vez. La dualidad vuelve a aparecer, y entre las raíces ancladas y retorcidas, surgen figuras misteriosas que uno no atisba a reconocer como acciones del hombre o de la naturaleza. Los tonos de las piedras perfectamente ensambladas, varían desde el verde del musgo milenario, hasta el marrón de la podredumbre orgánica. Raíces y árboles se intersectan adecuadamente entre las únicas aberturas posibles. Sinfonía petreo vegetal. Dejar que la arquitectura respire clorofila o que la naturaleza virgen se adapte a una ruina visitable. Más que destruir, construye. Reinterpreta y modela el paso del tiempo en edificios quizas de otra manera, olvidados.Siempre llueve torrencialmente en Angkor, siempre inesperadamente. El agua cae como lágrimas que desean limpiar las huellas del pasado y el olor a vegetación sin mancillar y a tierra mojada, te atrapa en el tiempo.


De entre los árboles surgen las caras del Bayon. Si no fuera porque no se suele soñar despierto, no creeríamos lo que estamos viendo, pero igualmente uno debe frotarse los ojos. Cientos de miradas están taladrándote, porque estas invadiendo su espacio. Face to face, colosos de piedra contra minúsculas cabezas humanas. El orden gigante te desborda, y te hace sentir enano entre esas descomunales moles de piedra. No hay óptica que pueda recoger todos los ángulos. Siempre hay una continuación a un final, y siempre una cabeza es diferente a la otra.



Los “Two brothers”, en este caso ángeles surgidos de entre las sombras, existen.. y yo los encontré en Angkor. Tras las hipóstilas columnas del inacabable lugar, aparecian y desaparecían sonrisas de felicidad. Mis dos niñas indochinas, me enseñaron todo el vasto complejo, con la certeza y la levedad de una nube de sabiduría.


Mis improvisadas guías, nacieron allí y formaban parte de un paisaje ensamblado para mostrar la grandiosidad del imperio khemer.
Una clase magistral repleta de bondad y dulzura, que consiguió que el lugar fuera lo de menos. Al final fueron cuatro días, como podía haber sido toda una vida... durmiendo entre las ruinas. Nunca olvidaré los dos dibujos que me entregaron hechos en la escuela. Más no podía pedir.
Era todo lo que tenían. "We love Tino..." Me saltaron las lágrimas...





Los “two brothers”, se habían reconocido y habian vuelto a reunirse para morar para siempre entre las ruinas de Angkor.



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