Rotundamente, Djamaa el Fna es un biotopo humano.
Taxonómicamente es inclasificable.
Mosaico de culturas y caleidoscopio de tribus remotas.
El eje formado por Essauira, Merzouga y Marrakesh, tiene una potencia mágnética infinita para mi. Me sentí atrapado en el tiempo y en el espacio.
Entiendo la pasión que Goytisolo, siente por ese lugar. De sus lecturas extraes conclusiones, pero nada mejor que vivir esa experiencia en directo.
Nunca "Djamaa" es igual, dia tras otro va cambiando, mutando diría yo, tal cual multiples permutaciones matemáticas. Y así día tras día....
El caleidoscopio (la plaza) es en si misma, un dispositivo óptico. Carpas y chilabas multicolores son capaces de generar una imagen compuesta que, al hacer girar el artilugio del tiempo, arroja un sinfín de bellísimas configuraciones geométricas.
La figura de mandala viviente que se visualiza, es casi imposible que se repita, pues al girar sin compás el caleidoscopio humano, la visión anterior desaparece para dar lugar a una nueva figura.
Los niños juegan a formar ese gran caledoscopio que despierta fascinación y que es una alegría para los sentidos. La vista no puede llegar a controlar las variaciones que hacen y deshacen grupos humanos que se agrupan, cantan, cirquean, venden o danzan al son del gidra (tambor marroquí de barro forrado de piel).
La infinita amalgama de luminosos colores y encantadoras formas, que se observan desde las terrazas tomando un narguile y un extraordinario "te a la mente del Atlas", nos regala momentos de felicidad. Un placer para la mente.
Todos los músicos del Sáhara: Bereberes, Tuaregs, Malienses, Saharauis, Mauritanos, se reunen en este festival diario que desborda los sentidos.
Un grupo de ancianos ciegos cogidos de la mano, cuenta viejas historias de las montañas.
Los viejos son libros abiertos inmortales. Todo se transmite de padres a hijos, generación tras generación,....son las arrugas de la sabiduría.
Los puestos de comida se suceden uno tras otro, ofreciendo al paladar sabores y colores, nunca jamás explicados. Vendedores de caracoles subidos en púlpitos, cual carromatos que se montan y desmontan en un santiamén, cocineros que ofrecen al paseante su producto en tazas humeantes, que sortean la fría noche bajo el vigilante Toubkal.
La plaza la forman en realidad, todos esos personajes peculiares que se juntan en permanente movimiento: encantadores de serpientes, sacamuelas, contadores de cuentos, domadores de monos, percusionistas, cofradías desfilando y toda clase de músicos bailarines y acróbatas,…
Penetrar en la plaza zoco árabe, es regresar a otra dimensión.
En cada pisada, la regresión aumenta hasta llegar a un pasado lejano.
Bajo las carpas improvisadas y los estrechos pasadizos, todo puede acontecer.
La vida gremial es un auténtico espéctaculo sociológico.
Entre las arenas del desierto y las angostas callejuelas, la amistad siempre cabe bajo un cielo protector.
La mejor lección que la "plaza" nos lega es que mañana ...será otro día irrepetible.
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