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viernes, 6 de marzo de 2009

ASUNTOS EXTERIORES IV: VANUATU

I don't understand “Mi no savee”, expresé en bislama, una lengua criolla melanesia.
¿Puedo escribir este artículo?. Debería comenzar así este escrito, para pedir permiso al “chief “de la isla de Tanna, el lugar más extraño del planeta. Lo mismo hice obligatoriamente, cuando me presente en esta isla perdida del Pacífico; donde todo pasa por la máxima autoridad local.
El viaje desde Pentecost Island y Malakula, fue de lo más extravagante. Un misionero, una cabra y yo, eramos toda la carga. Todo debidamente calculado. Aunque no lo creáis, tuve que pesarme yo mismo y mi mochila, para calcular el centro de gravedad de la avioneta. Me situé junto la ventana más grande. El animal no protesto.
El presbiteriano me explico que viajaba una vez por semana, para traer necesidades básicas a la isla. Por lo tanto tenía tiempo para desarrollar el Robinson Crusoe que todos llevamos dentro.

Había asistido al espectáculo de los hombres pájaro de Pentecost Island, una auténtica salvajada que consiste en arrojarse al vacío desde un andamio rupestre, para efectuar una especie de “bungy” ancestral. El salto es un ritual que garantiza una buena cosecha de yam para el año siguiente. Las fechas del ritual tienen que ser avaladas por los jefes tribales y se considera de mal augurio no cumplir esta tradición. El último que lo hizo falló, delante de la reina de Inglaterra, y no tuvo un final feliz.

Así mismo, pase por Malakula Island, para ver a los últimos grupos tribales, small y big nambas.
Aunque muchos viven en condiciones primitivas reales, ya no son antropófagos (no regalan piernas o brazos humanos, sino los tradicionales pollos) y se muestran afables con el hombre blanco. Es más a algunos de ellos, tuve que rescatarlos de la taberna del pueblo, en estado etílico superior y acompañarles a la tienda de disfraces étnicos para que dirigieran las danzas que veis en las fotos. Esto acredita que el “eslabón perdido” de la evolución humana no eran ellos, era yo.



Llevaba ya dos semanas y parecía un saltamontes de isla en isla, así que decidí finalizar.

Nada de lo visto fue comparable a la llegada a Tanna Island. Tras explicar al chief Tom, los motivos de mi visita, todas las puertas de la isla se me abrieron de par en par. Incluso las del volcán.
En Tanna, aún prevalece la cultura tradicional y el "kastom" o reglas de convivencia.
El acomodamiento a “cuerpo de rey”, fue en casa del chief, pero pronto comprobé que todas las tardes acababan en un fiestón, comiendo “lap-lap”, que cocinan en un horno bajo tierra y consumiendo “kava” que es la bebida narcótica tradicional por excelencia. En realidad un brebaje melanesio que inducía hipnóticamente a arrojarte al mar. No había nada que celebrar, pero la verdad, tampoco había nada que hacer.
Los truenos del volcán Yasur, uno de los pocos volcanes en activo del mundo que todavía es posible escalar, retumbaban cíclicamente cada cinco minutos. Desde el cráter se veía la lava descender produciendo una visión inolvidable y única. Aunque había una valla protectora, el chief Tom quiso escalarlo y allí me presenté, sorteando bolos incandescentes, humo, polvo y explosiones.
El volcán es considerado tabú para gente impura como yo, así que no tardé mucho en descender, máxime sabiendo que del último japonés que se acercó demasiado, no quedaron ni las zapatillas.
VOLCAN YASUR

CHIEF TOM
Mi ya amigo el chief Tom, me explico la historia del aviador John Frum, puesto que le pregunté por unos tipos que subían ladera arriba cargados de cruces rojas, en dirección al rugiente volcán.
Me refirió la historia de los cargo cults, o "cultos del carguero", relativos a la fascinación que suscitaban entre los nativos los cargamentos de los barcos, que algunos isleños soñaban que también serían para ellos. Más tarde estos cargamentos comenzaron a llegar en aviones al Pacífico Sur. Cuando acabó la guerra, los soldados se marcharon y los nativos se sumieron en el desconcierto.
Empezaron a encender hogueras y construir antenas de madera con la esperanza de que aquellos pájaros metálicos venidos del cielo, regresaran. Era su manera de entender el mundo, así repetían exactamente lo que habían visto hacer antes y pronto llegarían nuevos aviones y barcos que llenarían su isla de regalos. Uno de esos aviadores era John Frum, que prometio regresar y traerles más carga y prosperidad. La devoción por él se propagó como la pólvora.
Incluso la gente abducida, creía ver a John Frum en varios sitios a la vez, y hacían paradas militares con fusiles de palo en honor de su profeta y sobre todo bebían la “kava”. De ahí esa obsesión por celebrar todo con ese brebaje.
También hay otros que adoran al inefable Duque de Edinburgo, el Principe Felipe de Inglaterra, es decir un ser pálido venido de la montaña y hermano de John Frum. ¡Espectacular! Ni el mejor Julio Verne podría igualarlo. Todo por unas fotos de un viaje de placer a bordo del Britannia, supongo. Aunque creo que el duque más que aportar carga, expoliaba la isla sin que se dieran cuenta.
Esa libertad de culto, cercana al paraíso, que yo ya viví en ciertas tribus de Amazonia o en la secta vietnamita de Cao Dai, indujo al chief a invitarme de por vida a residir en la isla, creyendo en lo que me diera la gana. No era mala la oferta, si no fuera por el bellezón melanesio que me asignó. Parecía una luchadora de sumo.
Asi pues, ese supuesto no encajaba conmigo, con lo cual comencé a asumir lo que denomine…”mal del paraíso” o insularofobia, es decir una sensación de querer escapar corriendo hacia cualquier lugar. Vanuatu, el denominado “país más feliz del mundo” me estaba agobiando.
Puesto que el paraíso perfecto no estaba alli, concluí que no existe. Al igual que en la película “The Beach”, era demasiado bonito para que durase toda la vida.
Me despedí de mis amigos melanesios, con “kava” por supuesto, pues no podía ser de otra manera.
Y entre extensiones de mar azul turquesa, paraísos de coral y nubes de algodón, cerré los ojos y volé rumbo a Seúl.
EL PARAISO



INSULAROFOBIA

1 comentario:

  1. Hola,
    he encontrado tu web casualmente.Solo decirte que vivi en Port Vila 3 años de adolescente y tu experiencia me ha traido a la memoria tiempos que no se podrán borrar nunca.Saludos.

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